Introducción Columna de Opinión
Introducción Columna de Opinión
Creado en el programa online
Go! Animate por Marcela Gutiérrez Ardiila, Jessica Serna Sierra y Lina María
Arroyave Ceballos
La paz: entre comillas
Norberto Bobbio define paz como lo opuesto a la guerra, en su libro El
problema de la guerra y las vías de la paz. Según el politólogo italiano, la
historia del mundo se ha explicado a través de la guerra,
en consecuencia es muy difícil concebir el mundo en un
estado de paz.
¿Cuál es el alcance de un proceso de paz en Colombia? ¿Alcanzará este
proceso a cambiar la mentalidad, la cultura política de la sociedad colombiana
de concebir la corrupción, el clientelismo, la solución de conflictos por vías
violentas? Estamos ante una degradación del conflicto que ha vuelto cotidiano
las diversas formas de violencia.
El pueblo también debería entrar en un proceso de diálogo o por lo menos de
cuestionamiento acerca de la “anhelada” paz, contrario a esto gran parte de los
colombianos no conocen a ninguno de los entes participantes. Incluso, nos
atreveríamos a decir que esos mismos entes no se conocen así mismos.
En este proceso está en juego la legitimidad del Estado, que en la historia
del país ha probado en muchas ocasiones su poder, pero no su autoridad.
El pueblo no confía en el gobierno porque no ha recibido respuestas a sus
problemáticas, sino que por lo contrario se han llevado grandes decepciones.
Gran parte de la sociedad colombiana no conoce a los entes que participan en el
proceso, en cuanto al Estado, sus ideales y objetivos se han puesto en duda por
la falta de claridad en algunos de sus procesos; en cuanto a las Farc, no se
comprende por qué usan los medios que usan para obtener poder político. Si todo
es todo un país el que entra al proceso de paz, cabe preguntarse por las
opiniones de los ciudadanos que de una u otra forma han sido víctimas.
Los campesinos, en particular, son los que han enfrentado una violencia que
ha tomado la forma del desplazamiento, el desempleo, el rechazo social. El
Estado no ha tenido u política rural fuerte, no ha tomado el campo como
potenciado del desarrollo económico y social del país, se ha apoyado al gran
terrateninte y se ha abandonado los pequeños proyectos de los campesinos que
sobreviven en un mercado que los tiene cada vez menos en cuenta.
Un escenario lleno desigualdades y falta de oportunidades para la mayoría
de pobladores rurales en un sector tan importante como el agrario, no es ni ha
sido sinónimo de paz en Colombia. En un entorno mediático se nos a mostrado la
violencia como sinónimo de balas y bombas, no hemos reconocido las
desigualdades como otra forma de agresión cuyos efectos son de mayor magnitud y
duración .
Aunque para la violencia física el conflicto puede perdurar, es prudente
evaluar y analizar las condiciones que se crean entorno a un proceso como este;
ya que desde su misma denominación “proceso de paz” activa marcos conceptuales
que traen a la mente recuerdos de procesos fallidos, corrupción y más
violencia.
Sin embargo, cabe resaltar la relevancia de esta causa en cuanto pone en
evidencia las fortalezas y debilidades del país, no sólo en las mesas de
negociación sino también en el contexto donde convergen lo urbano y lo rural.
Ha quedado demostrado que la vía de las armas no es ideal para resolver el
conflicto.
Es hora de optar por el diálogo y la diplomacia, probablemente traerá mejores
resultados o por lo menos generará ambientes de discusión y debate que creará
consensos o críticas, pero sin duda fortalecerá los argumentos de un pueblo que
muchas veces se ha mostrado sumiso ante las decisiones del Gobierno.
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